Periódico La Crónica 06-feb-2010
Por Alejandro Landero
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=482999
Gran confusión trajo consigo el derrumbe del comunismo, porque muchos interpretaron ese acontecimiento como el fin de las ideologías. Algunos pensaron que era necesario desterrar la filosofía política en aras de la paz y del progreso económico.
Las ideologías nos habían llevado a las guerras y a los totalitarismos, por lo que era necesario encumbrar a los pragmáticos para hacer más transitable el proceso político. Años después ha quedado demostrado que el pragmatismo puro no es la solución para conducir a la política a un mejor destino. Las ideas son necesarias para generar proyectos transformadores de largo alcance.
Por ello, realizar alianzas políticas sin principios, que busquen sólo el poder por el poder mismo es perjudicial para el país y para los propios movimientos políticos que las construyen. Con acierto decía Norberto Bobbio: “Si el fin de la política fuera realmente el poder por el poder, la política no serviría para nada”.Sin embargo, ello no quiere decir que los movimientos políticos no deban construir coaliciones y puntos de coincidencia para profundizar en tareas tan importantes como la expansión de la democracia.
Por ello, la reacción en contra de toda alianza política entre “derechas” e “izquierdas” calificándolas de aberrantes es errónea. El hecho de que en un país puedan tejerse pactos legislativos y electorales entre dos polos ideológicos distintos, no sólo no es perjudicial, sino muchas veces necesario. Uno de los graves problemas de nuestra nación ha sido la incapacidad de la mayoría de sus actores políticos de sentarse a la mesa y lograr acuerdos. Polarizaciones como la que se dio en el 2006 son muy riesgosas para un país.
La experiencia de otras naciones que han sufrido agudas tensiones ideológicas que han degenerado en serios enfrentamientos que dividen a la política y a la sociedad nos debe servir como referencia de lo que hay que evitar. Satanizar la capacidad de generar alianzas políticas entre polos distintos significa dogmatizar la política. Creer que las ideologías son muros infranqueables, que sólo nos separan, es negar la capacidad que tiene el ser humano de dialogar y de converger; es dividir la historia en buenos y malos. Jaime Rodríguez Arana, académico y político español, señala: “El método del entendimiento supone que la confrontación no es lo sustantivo del procedimiento democrático, ese lugar le corresponde al diálogo. La confrontación es un momento del diálogo, como el consenso, la transacción, el acuerdo, la negociación, el pacto o la refutación.
Todos son pasajes, circunstancias, de un fluido que tiene como meta de su discurso el bien que es el bien de las personas, de los individuos de carne y hueso”. Asimismo, en un texto escrito por don Lorenzo Servitje titulado La conciliación de los opuestos describe: “Muchas veces se requiere que la bipolaridad se disuelva, equilibre o integre en una realidad vital, difícil de definir, y que tiene como riesgos una tensión permanente y una variabilidad de grados de equilibrio o integración. No creo que este equilibrio o integración corresponda a la ‘síntesis’ del proceso dialéctico, porque ésta surge de la negación de la tesis por la antítesis.
Aquí los opuestos no se niegan sino que se reconcilian o integran de algún modo”. La conciliación de los opuestos no es una simple mixtura de pensamientos o actitudes, sino el reconocimiento del otro como parte de la realidad y como un actor con el que también se pueden construir opciones de desarrollo. Desgraciadamente para nuestro país, la mayoría de los gobernadores priistas mantienen fuertes estructuras autoritarias soportadas en el corporativismo, la cooptación de los medios de comunicación, la compra de votos y la opacidad en las cuentas públicas. Hay estados donde no ha habido ni alternancia ni transición a la democracia.
Se trata de territorios de impunidad gobernados por señores feudales que controlan todos los poderes públicos. Frente a ello, son indispensables y válidas éticamente las alianzas que se generen para derrocar esos feudos. Sin embargo, los partidos que las lleven a cabo deben asumir dos compromisos fundamentales, para que no se conviertan en un mero amasijo pragmático.
El primero es que las coaliciones tengan objetivos democratizadores claros y concretos, con personas comprometidas realmente en ello.
Segundo, que dichos partidos también destierren de su interior las conductas nocivas de la vieja cultura política mexicana, que desgraciadamente ya no sólo son propias del PRI, sino que se han extendido a todos los partidos; de nada serviría derrotar al PRI reproduciendo sus vicios. Las alianzas habrán sido un engaño a la ciudadanía si sólo se construyen para la búsqueda del poder. Habrán sido útiles si sirven para transformar positivamente a México.
miércoles, 17 de febrero de 2010
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